diciembre 21, 2004





1. No en sentido figurado sino a besos.

En términos de reconciliación, igualdad y otros gusanos, el Nuevo Testamento pinta bien hasta que Jesús frunce el bendito ceño, reagrupa su tribu, mira de reojo a las otras castas y sale con eso de "no seáis como los fariseos..." Días más tarde —editorialmente hablando versículos más tarde— Jesús encapsula el asombro de sus seguidores con otra ventajosa idea, hecha de luz y abejas: "... por los siglos de los siglos..." Aunque tengo duda si lo dijo Jesús o fue un docente de líbido reconfortado, por no decir reconfortante que viene a ser lo opuesto.

La Eternidad. Debería estar prohibida. Unos labios brillosos son siempre bienvenidos, pero que brillen desde siempre y para siempre, llevarlos siempre húmedos, qué asco. La eternidad es una isla que sólo existe en el Internet. Me da gusto que la añores, que te des tiempo para abrir un cariñoso fólder y clickees Save As hasta decir ya basta, resguardando sus aromáticos puntos cardinales. Eres terco. No sólo hay buenas posibilidades de que lo eterno no tenga final por la sencilla razón de que nunca tuvo principio, de que nunca fue, sino también de que eso que llamas eterno sea una cosa amorfa, descerebrada, más o menos hedionda.

Pero dirás: "No es que huela mal, es que tienes alucinaciones olfatorias." Y las tengo, pero la eternidad es pésima en la cama. Corrígeme si no. La gente a tu alrededor tiene la gentileza de alzar el velo negro —tu velo de la viudez— para entristecer el momento con frases supuestamente aliviadoras como Calma querida Emilia y Todo irá para bien. Mientras tanto, sobrevive una sola idea parasitaria: llorar, desvanecerte en lágrimas con la fe vigorosa que mantiene en su oficio al obispo de la moral torcida y sin mayor explicación al inglés coleccionista de pipas.

2. Una sola idea.

Llorar con la dedicación y la pompa de una cena de tres tiempos. Un llanto repetido a fuetazos en las nalgas, un llanto de los de antes. En otra cama será una dulce amante, pero en la mía la Eternidad es de las señoras que piden agua y al negársela se hace de tres enormes tanques, enviados Ocurre a una central distribuidora de tanques y demás urgencias; sobra decir que dos tanques son de hidrógeno y uno de oxígeno. La señora remezcla con fina cientificidad el flujo de los tanques diciendo Cuando te pido agua dámela.

En otra cama serán tuercas, pero en la mía la Eternidad es la señora que necesita un picadientes antes de conciliar el sueño y sabe que lo ha dejado allí. Allí significa en el buró. Se ha equivocado de buró y lo ha dejado sobre el mío, por razones que jamás termina de explicar ni le interesa comenzar a hacerlo. Se me ocurren varios Shortcuts para tomar un picadientes que brilla de baba al otro extremo de la cama, pero la señora Eterna elige llegar a él sin pedírmelo, sin alzar su cuerpo sobre el mío, sin ponerse de pie... En cambio ha desviado recursos públicos a mitad de la noche, ha traído a un equipo de ingenieros civiles y ha llegado al picadientes utilizando una red de complicados túneles.


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diciembre 04, 2004




Tras un fin de semana monótono, agusanado y torcido por el cuello, las mujeres que poblaban la madrugada se han tirado de bruces a un tanque con 10,000 litros de almíbares. No era una multitud, sólo eran tres mujeres. Ahora se revuelcan en el dichoso tanque confundiendo sus formas con la pulpa de las guayabas y el corazón dulce de las guanábanas.

Mujeres de lo más distintas. Date una idea con su nombre. La primera es oscura, amplia de carnes, repleta de vida, N'oojmbo. Luego se viene Anja-Lobranna Ulmannstrom, acostumbrada a escribir su nombre en cada muro y trozo de papel sobreacentuando las vocales con apóstrofes invertidos, esferas, guiños y vértices propios de la sintaxis nórdica que avivan un carajo en ciertas letras. La tercera es lo más cercano a un chiste del Mediterráneo, ahora mismo se ha ido a recostar y me obliga a hablar más quedo, la pobre Arabella.

Qué hago con tanto almíbar. El tanque a mi disposición. Desde aquel febrero en que liberé a la manada de ciervos y disfracé a mi padre de útero con una pasta casera de engrudo y papel maché (no es fácil), la Naturaleza me debía un favor. Al fin se lo pido: agrándame la boca, la garganta y sus ductos, el estómago, para tragarme a las tres chicas en un sorbo. Hecho.

No puedo decir que las tragué, sino que, al superar ese apestoso fermento de fruta por la garganta, las mujeres se desprendieron del cascajo y pasaron a ser sólo nombres. Es decir, llevo en mi interior las palabras N'oojmbo, Arabella y la interlocución Anja-Lobranna —decirlo me da hipo— Ulmannstrom.

El banquete fue breve, pero enorme, y me tumba en un sueño profundo. No se trata de digerir sino de traducir lo que acabo de tragarme. Arabella como sea. Anja-Lobranna Ulmannstrom se traduce en cualquier lengua como etcétera etcétera. En cambio, N'oojmbo es un cuerpo de címbalos y aberraciones nacido en la tribu de los siodmak o en alguna otra de las que asombraron a ojeadores victorianos en el Asia Menor. Según las memorias del único que logró salir de la selva con cuaderno en mano, N'oojmbo se escribe indistintamente Nojimbo, es un descriptivo y quiere decir aproximadamente It might easily fall into pieces.


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